Mariposas

Las manos de él se posan en mi cintura y las mías en su cuello... Nos miramos. Tan solo con ese gesto bastó para creer que él sabe de mi batalla interna: La Victoria que soy y la Victoria que será con la neblina de miedo que atraviesa esa imágen.

Se desprenden mis sentimientos, caen uno a uno al abismo. No los puedo agarrar; revolotean en el aire como mariposas de mil colores. Mis torpes manos fallaron en el juego de alcanzarlas.

Él no las va a agarrar, fue quién las liberó.

En los momentos que pasamos juntos existe un aire que es sutil, diferente, ni frío, ni cálido, y nos abraza con delicadeza... 

El cariño que desprende en cada gesto es una caricia a mi ser. De este modo estamos juntos, él y yo, individuales y unidos al mismo tiempo, alrededor de las mariposas que vuelven a su hogar por su cuenta tras un suspiro.

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